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O'Brian

  • Pilar d'Alò
  • 7 dic 2015
  • 5 Min. de lectura

Los soldados estaban cansados. El enfrentamiento de la noche había sido duro y necesitaban descansar. La batalla habría seguramente pasado a la historia, pensaba el General O’Brian. Las tropas islámicas habían conseguido nuevos armamentos – ¿Quién habrían sido, los chinos o los rusos? – y las fuerzas de la Alianza Atlántica habían sufrido pérdidas muy graves. ¿Cómo llegamos hasta este punto? pensaba O’Brian. No podía entender como todo había ido cuesta abajo con tanta rapidez después de la intervención rusa. Los Servicios de Inteligencia de la Alianza Atlántica (SIAA) todavía no habían resuelto el enigma: había sido una pura casualidad, el camino dictado por la historia; o alguna potencia enemiga de los EEUU había metido la pata? O’Brian tenía sus dudas, pero nunca había podido confiar ni en los chinos, ni en los rusos, aunque en los papeles trabajaran todos juntos para derrotar a los fundamentalistas.

Acostado en su cama, en el campamento provisorio en las afueras de Haifa, O’Brian intentó

dormirse. Pocas horas más tarde habría de llegar el General Supervisor Gustavsson,

encargado de verificar las condiciones de los soldados y así hacer el punto de la situación en el territorio de lo que 10 años antes se dividía entre Israel, Libano y Jordania. O’Brian necesitaba descansar para poder explicar sus temores acerca de los grandes aliados de las Alianza Atlántica. La SIAA tenía que ponerse a investigar lo antes posible.

Tras un par de horas dando vueltas en la cama, el calor del verano lo despertó. Eran las 4 am del 18 de Agosto 2025, y O’Brian entendió que no iba a descansar mucho más. Gustavsson llegaría en dos horas exactas. Tendido en la cama, el General empezó a repasar los eventos de la noche anterior, y sin querer su mente volvió a mediados de 2015, cuando todo había empezado.

En aquel verano el Estado Islámico solo controlaba la parte norte de Siria y la oeste de Iraq.

Las fuerzas internacionales – en ese momento todavía se encontraban como comandos

dispersos e independientes – no lograban éxitos reales, y demasiados millones de dólares se habían tirado a la basura intentando entrenar los locales. Los occidentales estaban

resistiendo, pero no se avanzaba. La intervención de Rusia había sido un punto de inflexión,

una sorpresa bienvenida, claramente.

Los rusos. Nunca lo habían convencido. Que fuera resultado de su tradición familiar

republicana o de la pura intuición, no era importante. Los rusos no lo convencían ahora como entonces. Y en el 2015 estaba en lo cierto. Él era solo un joven sargento cuando descubrieron que los objetivos rusos eran en realidad los rebeldes opositores a Al-Assad, en la vieja Siria. No tenían pruebas contundentes, pero todos en las fuerzas armadas lo sabían. Sin embargo, les decían que no debían preocuparles. Esos eran juegos de la política, y lo importante allí era recuperar la estabilidad del país. Para su superior directo, con quien solía entablar este tipo de conversaciones, no importaba a quien se dirigieran los drones rusos. El ISIS se aniquilaría enfrentándolo directamente, o restableciendo la fuerza de los gobiernos legítimos. Rusia apostaba al segundo frente.

Si solo alguien se hubiera dado cuenta. Todos pensaron que nada de eso iba a poder

perjudicar el éxito general de las acciones. Claramente, Occidente se estaba poniendo en

contra una vez más a la población civil. Pero era desde la creación de Israel que Occidente

abusaba de las poblaciones de Medio Oriente, y nada hasta ese punto se había salido

demasiado de control. Pero nadie se imaginaba que las organizaciones rebeldes objeto de los ataques rusos eran el esqueleto de lo que quedaba de la resistencia siria al ISIS. Claro, el objetivo era devolverle la legitimidad e iniciativa a las Fuerzas Armadas sirias, pero, ¿quién se imaginaría que la gran mayoría de los dirigentes sirios estaban involucrados con los rebeldes? Por lo que descubrieron la CIA y el FSB (Policía Federal Rusa) sucesivamente, tan solo el 1% de lo que quedaba de las FFAA sirias era efectivamente leal a Al-Assad. A lo largo de los 5 años de intervención, los rusos habían eliminado al resto, poniéndose en contra a los civiles. Siria había quedado sin la poca protección que le quedaba y los fundamentalistas avanzaron hasta ocupar la totalidad de los territorios iraquí e sirio, una parte de Líbano, Jordania y Arabia Saudí. Y empezaban a estallar focos fundamentalistas muy resistentes en Yemen, Turquía, Pakistán e Irán. Volvieron a aparecer los talibanes en Afganistán y Al-Qaeda en el resto de Oriente Medio. Las democracias islámicas moderadas de Magreb empezaron a radicalizarse y entre 2015 y 2020 Europa, EEUU, Asia y América Latina vivieron las consecuencias de un éxodo migratorio hacia sus territorios sin precedentes históricos. La SIAA había estimado que más del 75 % de las poblaciones de esas áreas habían intentado el viaje para salvar sus vidas. Desafortunadamente, menos de la mitad de ellos lograron llegar con vida a los otros continentes. Todos los esfuerzos occidentales habían sido en vano.

Lo peor fue cuando empezaron los ataques. Él se encontraba de licencia en su casa en París, con su esposa y sus hijos cuándo estalló la bomba en el Vaticano. Los italianos estaban a los gritos como siempre y todo era un caos cuando le tocó a Berlín y luego a Londres. En menos de tres días nos despedimos para siempre de la Capilla de San Pedro, una parte de la Puerta de Bradenburgo y las embajadas francés y estadounidense de Alemania. En Londres todo fue una confusión: un día entero dedicado a hacer explotar autobuses y trenes. Esa fue la declaración de guerra. En los meses sucesivos se formó la Alianza Atlántica entre la Unión Europea y los Estados Unidos y Canadá. Al año siguiente la Alianza Pacífica entre EEUU, Japón, los países ASEAN, Nueva Zelanda y Australia. China y Rusia habían permanecido en silencio, defendiendo la paz. Pero como podían hablar de paz cuando ellos mismos estaban detrás de la destrucción siria? La recién nacida SIAA en 2021 descubrió pronto que habían sido los traficantes rusos quienes habían intercedido para proporcionarle las armas a las tropas islámicas. Armas que les permitieron avanzar rápidamente y conquistar todo el territorio sirio e iraquí, aplastando a los kurdos. Seguramente ese debería considerarse el gran genocidio del siglo XXI. Cuando los fundamentalistas aplastaron las fuerzas gubernamentales sirias e iraquíes en 2017, con las tropas occidentales bloqueadas en la frontera saudí, y el gobierno de Irán rehusándose a colaborar con los EEUU, los kurdos se vieron rodeados. La historia todavía no es capaz de describir aquella masacre. El ISIS subió a internet todas las ejecuciones, las hogueras y los bombardeos. Nunca, los ojos del hombre habían asistido literalmente en vivo a semejante atrocidad.

Le tocaron la puerta. Aparentemente Gustavsson ya había llegado. Todavía somnoliento de

aquella noche agitada, O’Brian volvió a la realidad.

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