Jóvenes y Memoria - entrevista con Alejandra Cavacini
- Mariano Costello
- 14 jun 2016
- 5 Min. de lectura

Revalidar y resignificar el Nunca Más es tarea de todos los días. Revisar y repensar es una labor ardua que no permite demasiados descansos en nuestra sociedad que conserva una cuota sustancial de indolencia. Ostensiblemente la memoria es un campo de disputa y es allí donde nos interesa indagar ya que cuarenta años nos separan del inicio de la última dictadura cívico-militar. Parecía idóneo entonces que además de nuestros actos reflexivos sumemos a este debate una experiencia concreta de una actividad que, en el marco de la construcción de memoria colectiva, pone el cuerpo para profundizar debates y hacer realidad el diálogo entre pasado y presente, entre memoria y presente.
Desde el año 2013, en el marco del Departamento de Articulación Territorial del Museo de la Memoria, se realiza el programa Jóvenes y Memoria – que originalmente nace en la ciudad de la plata - con la idea de trabajar con los jóvenes para abordar la historia reciente y los problemas territoriales de la comunidad a través de proyectos de investigación. Para conocer más al respecto nos acercamos a hablar con Alejandra Cavacini, que coordina este espacio desde el Museo. En Rosario se desarrolla con una impronta distintiva y novedosa ya que se realiza con organizaciones sociales políticas o culturales. “Quisimos llegar a población de jóvenes que de otro modo no llegarían al Museo espontáneamente” afirma Alejandra.
Básicamente durante todo un año se coordina en Rosario (este año son más de cien jóvenes y más de veinte coordinadores además del grupo de trabajo del Museo de la Memoria) una serie de actividades para disparar reflexiones, articular ideas, un conjunto de capacitaciones de toda índole para acercar herramientas que permitan condensar en un tema o un eje la producción final que se presenta en el encuentro final en Chapadmalal. Este año el tema es 40 años del golpe Derechos Humanos y democracia pero de ninguna manera eso es una restricción sino algo más parecido a un puntapié inicial. Para comunicar esa investigación que realizan durante todo el año, los grupos se encargan de plasmar aquello que han indagado desde algún lenguaje artístico. Acercamos fragmentos de la conversación con la coordinadora del espacio.
¿Cómo es trabajar con jóvenes temas del pasado cuando ellos tienen tan a flor de piel violencias actuales en el territorio donde viven?
“No necesariamente son temas del pasado. Si bien en sus inicios, hace quince años en Buenos Aires, se planteaba como un punteo, podían elegir biografías de desaparecidos de la comunidad o cuestiones que tuvieran que ver eminentemente con el pasado, poco a poco se fueron dando cuenta de que a los pibes los estaban atravesando problemáticas del presenta también y que a lo mejor le entraban al pasado desde alguna cuestión del presente”.
Esa articulación entre pasado y presente, agrega Alejandra, se da fundamentalmente de la siguiente manera “Si es por ejemplo el tema del abuso policial o el accionar de las fuerzas de seguridad, siempre debe tener que dialogar con lo que ha sido por ejemplo el accionar de las fuerzas de seguridad en dictadura. Si hablamos de las violencias actuales tenemos que hablar también de las violencias en otros momentos históricos. Por lo tanto es un modo de transmisión de los Derechos Humanos y de la historia reciente desde la construcción cotidiana de los jóvenes a partir de sus propias realidades y siempre tiene que ser una producción de alguna temática local, territorial, cercana que luego pasa a ser un material pedagógico que otros grupos y otras instituciones pueden utilizar para abordar ciertos temas.”
¿Cómo impactan luego estas producciones?
“Esto una vez que está listo empieza a volar. Cuando está el producto final que puede ser desde un documental audiovisual hasta una revista, una obra de teatro o una canción, etc. Eso se presenta primero en un encuentro nacional en Chapadmalal donde la mayoría de los chicos conocen el mar por primera vez, en un espacio de convivencia de cuatro días. Una experiencia vivencial donde caen todas las fichas sobre lo que trata este programa. Cuando retornan se hace la presentación en sociedad en Rosario y después esa producción vuelve al territorio, al barrio y ahí empiezan a pasar un montón de cosas porque justamente es una intervención. Otros se han presentado en festivales de cine de jóvenes por ejemplo en San Martín de los Andes. Después a los chicos los han llamado para ser jurado por sacar una mención en el festival o les han hecho notas en distintos medios de comunicación. La idea es esa y el alcance es múltiple.”
Haciendo referencia a otro eje que cruza tiempo pasado con nuestros días la coordinadora de Jóvenes y Memoria sostuvo que “hacer una producción por su cuenta les da una identidad y una fortaleza muy importante, tomar la palabra y presentarla, contarle a otros de qué se trató y después recibir esos aplausos o un pedido de una nota en una radio, cada una de esas cosas son pilares en relación a su identidad que es fundamental”.
Para que el lector no pierda de vista la magnitud de este encuentro nacional recordemos que, en palabras de Alejandra “este año hay más de 20.000 chicos anotados y más de 1.500 proyectos. En tandas de alrededor de 3.000 adolescentes que conviven durante cuatro días sin un solo perímetro delimitado de cerco del predio del alojamiento, sin una sola fuerza de seguridad y no ha habido ni un sólo episodio de violencia. No lo pueden creer quienes están permanentemente en territorios en disputa.”
La contundencia de la prueba de que se puede vivir de otra manera al tiempo que se muestra el trabajo de los coordinadores.
“Hay todo un año de trabajo donde fundamentalmente acá el aprendizaje es convivir y construir colectivamente. Hacer con otro de principio a fin.”
A 40 años del golpe ¿Cuál es el rol que intenta tener Jóvenes y Memoria?
“Otro modo de abordar la historia reciente y los conflictos actuales. No es solamente una cuestión catártica de contar lo que sucede. Es investigar por qué está pasando lo que está pasando, de dónde vino con qué tiene que ver, atravesar un proceso de investigación y crear a través del arte. Más que de transmisión de memoria o derechos humanos, se trata de un proceso de construcción cotidiana en este campo de disputas que son las memorias, abordar y visibilizar las memorias del presente en diálogo con la historia reciente.”
¿Esta puede ser una semilla para la participación en otros ámbitos más adelante?
“Exacto. Esto un entrenamiento en la participación y la construcción colectiva. Poco a poco, los que han participado siguen accionando, interrogándose, militando con alguna marca que se han llevado de aquí.”
Hace poco escuchaba que las políticas de juventud, en gran medida, se disponen a ofrecer espacios de participación a los jóvenes en los términos que los adultos proponen, por ende restringiendo el poder de iniciativa en favor de una participación en los resquicios de lo que los adultos consideran que los jóvenes quieren. Este programa es un claro ejemplo de una visión cuanto menos distinta. Este programa empuja fronteras y hace caso omiso de quienes opinan – casi irresponsablemente – que los jóvenes tienen poco para decir y que los adultos son quienes le marcan el paso de sus avances y aportes. Este programa les otorga el protagonismo necesario en el proceso completo (desde decidir qué investigar hasta la realización de la producción final) acompañado por adultos porque entiende que cuando se habla de construcción colectiva a ésta última hay que tomarla en serio.
Hay algunas batallas que no se ganan pero que se pierden si no se luchan. Esto es lo que estamos haciendo para no olvidar.
“Queremos dejar de vivir la vida de los demás. Quiero que vengas a mi esquina, aunque nos reflejen las luces de los patrulleros. Quiero que vengas a mi barrio. Aunque a la vuelta exploten a pibitas de quince años. Quiero que hables en la radio de mi escuela. Quiero escuchar tus historias. No nos acostumbremos a vivir como digan.”[1]
[1] Fragmento del Manifiesto escrito por jóvenes en Chapadmalal 2013
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