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Construyendo muros

  • Julio Belloni
  • 14 jun 2016
  • 5 Min. de lectura

Aunque Naciones Unidas exprese preocupación acerca del acuerdo entre Unión Europea y Turquía, y Amnistía Internacional denuncie expulsiones forzosas de refugiados desde allí hacia sus respectivos países de origen, la Unión Europea, ese pequeño grupo de líderes políticos que dirime la suerte de millones de personas, lo han hecho de nuevo.

Así como en el pasado obligaron al pueblo griego a soportar el ajuste y la austeridad para pagar su deuda, una deuda que fue creada por los irresponsables préstamos otorgados por la Troika[1], ahora se niegan a aceptar refugiados provenientes de aquellos países devastados por años de guerras civiles, producto de las intervenciones y los intentos de desestabilización que los propios países centrales realizaron en el pasado, en la llamada lucha contra el terrorismo o con la excusa de llevar la democracia a medio oriente.

Es así como en un nuevo capítulo en esta nefasta saga de hipocresía europea, los líderes europeos y su par turco Ahmet Davutoglu firmaron un acuerdo, el pasado marzo, donde establecieron que por cada refugiado proveniente desde Grecia que Turquía acepte la Unión Europea aceptará uno proveniente desde Turquía.

Esto prevé aumentar la ayuda que el país recibirá para hacer frente a la gran cantidad de personas que llegan allí escapando de Siria, Irak y Afganistán entre otros, con el objetivo de que éstas puedan instalarse en Turquía en mejores condiciones y el compromiso europeo de que se agilizará el proceso mediante el cual los ciudadanos turcos podrán viajar a la UE sin visa.

De esta manera la idea es enviar a suelo turco a aquellos refugiados que hayan llegado a Grecia, mayormente vía mar, después del 20 de marzo. Luego del análisis detallado de cada uno de los casos, se dictaminará si éste es considerado o no refugiado y si aplican para el pedido de asilo en algunos de los países de la Unión.

En la actualidad, los únicos que pueden ser considerados refugiados son aquellas personas que huyen de la guerra civil en Siria e Irak. Sin embargo, es una gran incógnita que sucederá con los cientos de afganos, pakistaníes, entre otros, que huyen de la violencia en sus hogares. A su vez, el acuerdo otorga a Turquía la categoría de “país seguro” para los refugiados que sean deportados desde Grecia, hasta tanto se resuelva su situación.

Este plan de acción viene a ser un intento de respuesta de parte de los líderes europeos a las recientes trabas que países como Macedonia ha impuesto en sus fronteras. Estas medidas han dejado a cientos de refugiados aguardando del lado griego, esperando por una respuesta, para continuar su viaje hacia el oeste de Europa.

Sin embargo, todo parece inútil si se ve el grado de complejidad que la situación ha tomado. El intenso flujo de personas que continúa llegando por mar a las costas griegas y al embudo que se ha producido en el norte del país helénico, sumados a la desesperación de aquellos que se encuentran a la espera, ha desencadenado terribles hechos en los últimos tiempos.

Según explica Al Jazeera, en marzo cientos de personas resultaron heridas cuando la policía macedona disparó gases lacrimógenos y balas de goma a los grupo de refugiados que trataba de sortear la frontera ilegalmente. Más tarde, Médicos sin Fronteras denunció que el viento llevo el gas lacrimógeno hacia un campamento cercano, donde más de 11000 refugiados esperaban. Esto provocó escenas de pánico, cuando niños pequeños, entre otros, debieron ser atendidos por intoxicación y problemas respiratorios.

Por su parte, y contrariamente a lo firmado, en Turquía el panorama no parece ser mejor. Según Amnistía Internacional, han comenzado expulsiones masivas de refugiados hacia Siria, dejando de lado el derecho internacional y poniendo en peligro la vida de cientos de personas que fueron obligadas a retornar a sus países.“En su desesperación por sellar sus fronteras, los líderes de la UE han hecho deliberadamente caso omiso de los hechos más simples: Turquía no es un país seguro para las personas refugiadas sirias, y cada día es un poco menos seguro”, ha manifestado John Dalhuisen, director para Europa y Asia Central de Amnistía Internacional.

Sin embargo, esto no es ninguna novedad, la Unión Europea ha firmado un acuerdo con un país que es conocido por sus violaciones a los derechos humanos. Es irrisorio pensar que Turquía puede acoger, por ejemplo, a refugiados kurdos que escapen de Siria, considerando el conflicto de larga data que existe con esta Nación.

A su vez, no son pocas las denuncias de disparos realizados por los oficiales turcos para amedrentar y evitar que refugiados lleguen a su país. “Muchos refugiados siguen viviendo en terribles condiciones, algunos han sido devueltos a Siria y las fuerzas de seguridad incluso han disparado contra sirios que trataban de cruzar la frontera”, afirma Gauri van Gulik, directora adjunta del Programa Regional para Europa y Asia Central de Amnistía Internacional

De esta manera, lejos de contribuir al apaciguamiento del sufrimiento, que conlleva huir de un país en ruinas, dejar sus hogares, tomar lo poco que les queda y marcharse, Europa se ha lavado las manos en la crisis de refugiados.

El único interés parece ser despejar la frontera griega y trasladar la mayor cantidad de personas posibles a Turquía. Luego del análisis de los casos, la UE aceptará menos de cien mil refugiados, que distribuirá a lo largo de los países que la integran y, sencillamente, dejará a criterio turco qué hacer con el resto.

Ese resto ha pasado a formar parte de las numerosas historias, aberrantes y deshumanas historias, que Amnistía Internacional ha documentado y que ha denunciado públicamente. Entre algunos ejemplos, se encuentran las expulsiones masivas de afganos que clamaban asilo en Europa y que suplicaban no ser reenviados a Afganistán, donde los talibanes habían amenazado con asesinarlos. También está el caso, entre otros, de tres jóvenes que fueron reenviados a Siria sin sus padres, o el de una mujer con un embarazo de ocho meses que fue obligada a cruzar la frontera, en clara violación, tanto a la ley turca como al derecho internacional.

Lo que sucede, casi en las narices de Europa, no es más que otra de las tantas tragedias que suceden en un mundo cada vez más desigual y violento donde los ricos, los poderosos, dirimen la suerte de millones primero debilitando gobiernos extranjeros, para luego recluirse tras sus fronteras, olvidando todo el humanismo y la hermandad, aquellos valores que dieron origen a la Unión Europea pero que, al parecer, una vez más son sólo aplicables a personas originarias de la unión.

[1] La Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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