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Giro a la izquierda en América Latina: alcances y limitaciones de una (mal llamada) estrategia

  • Agustín Albini
  • 7 dic 2015
  • 5 Min. de lectura


Desde la asunción de Hugo Chávez al poder en 1999 en Venezuela, sucesivamente se han dado los llamados gobiernos “de izquierda” latinoamericanos. Esto incluye también a los presidentes de Argentina (Néstor Kirchner, 2003), Bolivia (Evo Morales, 2006), Brasil (Ignácio Luiz Da Silva “Lula”, 2003) y Uruguay (Tabaré Vazquez, 2005), entre otros. Se distinguen principalmente, porque quisieron diferenciarse de regímenes previos, que tenían una mayor relación con Estados Unidos y sus principios neoliberales. A nivel económico, en países como Argentina, Brasil o Venezuela, se impulsó el crecimiento en base al consumo interno, con un fuerte gasto estatal y políticas que buscaron generar una mayor inclusión. A nivel político, se produjo un alejamiento en las relaciones con Estados Unidos, aunque Brasil en menor medida, que procuraron una mayor relación de cooperación denominada Sur-Sur, en contrapunto a la clásica Norte-Sur, de la que quisieron mostrarse ajenos. Se dio un impulso primario a organismos internacionales multilaterales, como fuera Unasur, como colectivo de seguridad, o un nuevo impulso a mecanismos de integración como lo fuera el Mercosur. Al mismo tiempo, Brasil avanzó en su política hasta convertirse en una potencia emergente, con notable presencia a nivel internacional y convirtiéndose en un país fuente de crédito.

Sin embargo, no todo es color de rosa. Los impresionantes niveles de crecimiento alcanzados por los tres países analizados, durante el período 2003-2008 (excepto Venezuela, a partir de 2004), con tasas de entre el 8% y el 11%, apoyados en una población que aprovechó la suba de su poder adquisitivo y de excelentes precios en los commodities (petróleo en Venezuela; soja en Argentina; minería, soja y equipamiento de transporte en Brasil) encontraron un obstáculo importante en la crisis del 2008. Ésta, pese a originarse en los países centrales, tuvo un fuerte impacto en la economía latinoamericana. Estos países sufrieron un retroceso en el PBI, y a partir de allí su crecimiento económico y social se tornó inestable e irregular. Esto generó críticas al interior de estos países, por parte de un sector de la población que no encuentra respuesta en su gobierno a la hora de resolver los bajos niveles de crecimiento que se han sucedido.

En Brasil, los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, lograron buenos resultados. Sus políticas económicas, tales como la diversificación de créditos, el apoyo a la industria pesada y liviana, y programas de ayuda como Beca Familia y Beca Verde, que proporcionaban dinero a las familias pobres, lograron sacar adelante a un Brasil muy desigual y en problemas. Sin embargo, luego de 2008, la inflación y un alto valor del Real se hicieron muy presentes en la economía brasileña. Al tener el Real un valor demasiado alto, las exportaciones brasileñas perdieron competitividad, llevando a un menor crecimiento y una mayor inflación. Las posteriores devaluaciones y el decrecimiento del gasto público que el gobierno impulsó para solucionar este problema, derivaron en serias protestas por parte de la clase media y baja, quienes se vieron afectados en su nivel de vida; hecho que generó que las últimas elecciones fueran altamente reñidas ante la competencia de los conservadores, y que actualmente el gobierno reelegido de Rousseff sufra una alta deslegitimación por parte de la población, medios y empresarios. Eventos como la Copa Mundial de Fútbol de 2014, o los Juegos Olímpicos de 2016, han multiplicado las críticas al gobierno, ya que hay quienes consideran que el dinero utilizado en obras para estos eventos deportivos, bien podría haberse utilizado de otro modo.

Néstor Kirchner y Cristina Fernández, son los representantes de este giro a la izquierda en Argentina. El gobierno del primero, de 2003 a 2007, tuvo altas tasas de crecimiento, tanto económico como de apoyo popular, con lo cual acabó su mandato bien parado. Su sucesora y esposa, Cristina, tuvo como objetivo continuar con sus lineamientos económicos y políticos: un crecimiento denominado “hacia adentro”, resultado de un fuerte gasto público representado por obras de infraestructura, créditos a empresas de todo tipo, ayudas económicas a familias y medidas tales como la continuación de los planes Jefes y Jefas de Hogar, y la creación de la Asignación Universal por Hijo. Al estar cerradas las vías externas de financiamiento, esto fue posible gracias a un alto valor de la soja, que alcanzó un precio récord ayudado por el bajo valor del peso con respecto al dólar. Sin embargo, cada rosa tiene su espina. Actualmente, Argentina se enfrenta a una importante recesión, que incide claramente en el poder adquisitivo de la población, pilar importante de las políticas económicas de los gobiernos del Frente para la Victoria. Se suma a esto, un bajo valor de los commodities, falta de financiamiento externo, esto principalmente debido al conflicto con los holdouts (una serie de tenedores de deuda argentina que no entraron en los canjes de deuda de 2005 y 2010, y que sostienen un litigio contra el Estado argentino para la cobra de estos activos) y a las dificultades para cambiar dólares, que le ha restado credibilidad internacional a nivel crediticio, y la caída en las exportaciones a su socio industrial principal, Brasil. El gobierno, aún con pocos fondos, ha insistido en continuar con su política de alto gasto gubernamental, para seguir solventando los programas de ayuda a las familias. Para conseguir estos fondos, ha recurrido a colocar bonos a altas tasas, hecho que se torna muy preocupante para aquel que tenga que hacerse cargo de la deuda emitida, ante la incertidumbre de si conseguirá nuevos fondos para pagarla. Asimismo, el conflicto de la deuda continúa teniendo un impacto negativo a nivel internacional.

Venezuela sufre de graves problemas actualmente. Con las mismas ideas que Argentina, pero apoyado en los dólares del petróleo, el gobierno venezolano inició programas de ayuda a los más pobres y un fuerte gasto estatal. Sin embargo, conforme fueron avanzando los años, la situación fue degenerando en mayor insatisfacción ante denuncias de corrupción, malversación de fondos y aumento de las dificultades en la población. Actualmente, en Venezuela existen largas colas para conseguir alimentos básicos y bienes de consumo (por ejemplo papel higiénico, carne, leche, azúcar). También existen cuatro tipos de cambio respecto al dólar, tres oficiales (oficial, SICAD I y II) y uno no oficial (dólar paralelo o “lechuga verde”), y por lo general la población se ve forzada a utilizar el tipo de cambio más caro, ya que el acceso al tipo de cambio oficial es casi imposible, debido a las fuertes limitaciones que impone la administración. La respuesta del gobierno ante la oposición, ha sido la de reprimir las protestas generando altos saldos de muertos y heridos, encarcelar a los políticos contrarios a su gobierno, y comprar o terminar con los medios de prensa adversarios a la versión oficial. El gobierno de Nicolás Maduro, insiste en que la situación aún es buena para Venezuela, y sus seguidores apoyan fervientemente a un gobierno que, hasta ahora, se ha demostrado incapaz de dar una salida a esta dificultosa situación.

A nivel internacional, seré breve. El Mercosur está en un estado de estancamiento, ya sea bien porque cada país ha elegido seguir su rumbo, o porque el mayor avance del último tiempo se ha dado a nivel subnacional con Mercociudades, o con una patente única. Al menos Unasur, la alternativa de seguridad que planteara Brasil - que generó disputas entre este y Venezuela - ha tenido ciertos avances, pero no representa aún un mecanismo de seguridad enteramente útil o multilateral para la región.

Es evidente que, para que este giro a la izquierda continúe funcionando en los países latinoamericanos, deberá haber un cambio. Los caminos recorridos por los países de la región tras la crisis de 2008 han demostrado que insistir en esta vía no funciona. Esto sin embargo no significa llevar adelante un cambio de 180 grados, sino realizar políticas macro y microeconómicas que permitan a los gobiernos sortear de manera más dúctil un período de recesión, que derive en una salida con crecimiento. Asimismo, es de esperar que China, el que ha empujado esta región alejada de sus tradicionales lazos con Estados Unidos, recupere su gran crecimiento y logre mantener el desarrollo latinoamericano.

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